Memoria de un viaje. Quizá mi despedida. Norte y sur, tierra e isla, cabo y bahía… No sé qué quedó, yo apenas quería. He estado tan lejos, ¿digamos un año? ¡Parece una vida! Perdona el retraso: no sé adónde fui; o si volveré. Ya nadie me espera. Doy palos de ciego, perdí el resplandor; pasó muy muy cerca.
«Susana le había contado que algunos indios del oeste de Canadá, cuando viajaban demasiado deprisa guiando a una expedición de europeos, se paraban a descansar uno o dos días enteros, para asegurarse de que los alcanzaran sus almas, mucho más lentas que sus cuerpos.» (Plenilunio, 1997)